Este sistema se hizo muy popular en las mazmorras de la
Edad Media. Una vez que al torturado se le habían fijado los pies a un cepo, se
procedía a untar las plantas con sal o sebo. La cabra atraída por el
condimento, comenzaba a lamerlas, y la aspereza de su lengua hacía que
atravesara la piel y dejara los pies en carne viva, llegando en ocasiones hasta
el hueso.
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